domingo, 28 de marzo de 2010

Capitulo 36

Estoy acá, sí volvi. Y supongo qe mas tarde de lo qe a ustedes les gustaria. Iba a escribir el capitulo entro de la boda, pero me di cuenta qe si lo hacia qedaba demasiado largo y me demoraría muchisimo más. De modo que decidi cortarlo por acá, aunque creo que de todas formas les van a gustar. Gracias a mi amiga Trii que me ayudó con los vestidos de las chicas!!
People, just enjoy.



Capitulo 36 - La previa.
Me sentía mal, debía admitirlo. Estábamos ya a miércoles, y Kellan no había llamado. La culpa se había instalado en mí como una nueva moda, y no podía erradicarla. Lo había dañado y me dolía haberlo echo. Él más que nadie no se lo merecía. Me sentía una mala persona. ¿Acaso todo tenía que salirme mal? Ahora no sólo debía enfrentarme a Jackson en la boda, sino también a Kellan y francamente no sabía si podría con ambos.
Las chicas no sabían precisamente qué había pasado pero tenían la certeza de que algo había sucedido para que nos distanciáramos. Demás estaría decir que lo que había sucedido esa noche moriría conmigo. Ya demasiada culpa tenía como para escuchar un sermón ajeno. Tenía muy claro cual había sido mi error y lamentaba no poder hacer nada para repararlo. Pero no podía llorar más por la leche derramada; lo echo, echo está.
Estaba en la peluquería tratando de hacer algo con mi cabello. El viernes había llegado a mí como un veloz auto de carreras y sinceramente me encontraba aterrada. Sabía que debía encontrarme con dos hombres distintos, muy distintos pero al fin y al cabo hombres. Y a pesar de mis errores, quería gustarles, quería verme atractiva para ellos. Iría al infierno por pensar de ese modo, sólo debía verme bonita para Jackson. Estaba echa un lío, y al parecer la peluquera de dio cuenta porque dijo – problemas de pantalones?
- algo así – admití suspirando.
- entiendo – dijo mientras peinaba mi cabello con cuidado – qué es lo que prefieres?
- definitivamente quiero mis rulos naturales – dije extremadamente convencida de aquello, sabía que a Jackson le encantaba mi pelo – tal vez un semi recogido, pero quiero que se note el largo. La experta acá eres tú – dije halagando a la señora, a lo que ella sonrió. Parecía rondar los cuarenta y tantos, pero se mantenía en excelentes condiciones. Traía el pelo teñido de un molesto rubio, tenía mucho maquillaje de modo que sus ojos marrones quedaban en todo su esplendor.
- un casamiento? – preguntó queriendo chismosear. Si algo tenían las peluqueras era su extrema curiosidad.
- sí, así es. De una amiga, de echo soy una de las damas de honor – dije contenta porque Gabi me hubiese elegido. Obviamente no era la principal, esa sería su hermana pero luego veníamos Juli y yo.
- y te vas a encontrar con tu ex novio verdad? – hizo una pausa mientras tomaba el secador – se te nota el nerviosismo en la cara. Serénate si no quieres que él no lo note, niña.
- técnicamente no es mi ex. Es complicado – confesé mientras la señora secaba mi cabello con dedicación.
- no pienso moverme – declaró sonriendo.
- en verdad, nunca terminamos oficialmente. Él se fue a LA y yo me quedé acá. Lo fui a despedir al aeropuerto pero nunca supe nada más de él. De eso ha pasado un mes y ahora me ves, tratando de arreglarme para que él me vea bonita.
- me parece perfecto, niña. Debes re conquistarlo, si estás tan nerviosa es porque lo amas y él debería saberlo, no crees?
- sí, pero nada es tan fácil. Tuve un pequeño desliz con su mejor amigo – confesé avergonzada, de pronto la señora paró el secador, giró la silla en la que me encontraba y quedamos cara a cara.
- por Dios niña, qué hiciste? – preguntó preocupada abriendo los ojos más de lo normal.
- sólo fue un beso – aclaré con culpa – un muy buen beso – pero al ver la cara de la señora, agregué – pero enseguida le aclaré las cosas y le dije que mi corazón pertenecía a Jackson. Fue triste verlo irse con esa pena en los ojos. Me siento una mala persona – confesé dolida y totalmente arrepentida. La señora aún sin conocerme me abrazó como una hija y me consoló mientras unas traicioneras lágrimas bajaban por mis mejillas. Este era el momento en que extrañaba los consejos de mi madre, pero al parecer esta señora había aparecido para ser mi ancla.
- tienes claro a quién amas, verdad? – preguntó con comprensión en sus ojos. Me limité a asentir – será mejor entonces que vayas por él, le digas lo que sientes y arreglen las cosas. Mira niña, el tren pasa sólo una vez – dijo con sabiduría – si no lo coges, se irá sin ti. Hablo por experiencia propia.
- gracias señora – dije con sincero alivio. Necesitaba un consejo de alguien con más experiencia, y aunque sonara raro sentía que mi madre me había enviado a esta señora para hacer lo que ella, producto de la distancia, no podía.
- ahora a ponerte linda para tu hombre – dijo mientras me volvía a colocar frente al espejo.
Al cabo de tres cuartos de hora, mi cabello lucía radiante. El largo se mantenía, pero habían recogido el frente jugando con mis mechones y haciendo una clase de moño en la parte de atrás, de modo que los pequeños rulos que se formaban en las puntas cayeran con delicadeza. Me encantaba, era justo lo que buscaba. Delicadeza, elegancia pero sencillez. Me despedí con un afectuoso abrazo y una sobrada propina de la señora y me encaminé hacia el departamento.
Hoy me tomé el atrevimiento de no ir a trabajar, un día menos no sería la gran diferencia. De modo que había utilizado ese tiempo en la peluquería.
Al llegar a casa, me desplomé en el sillón más próximo y me puse a ver televisión. Aún no sé cómo, pero me topé con la cara de Jackson en un canal. Se veía joven, tierno pero estaba muy bonito. Al parecer era un serie llamada Beautiful People.
Verlo había reavivado mis ganas de volver a verlo. Necesitaba decirle que sentía mi orgullo, que me perdonara, qué volviéramos a ser lo que éramos antes. Que lo necesitaba como el aire que respiraba.
Varios té de por medio mientras veía la maratón de la serie, llegó la hora de prepararse. Cogí aire y demasiado coraje, la hora se acercaba y para ser sincera me encontraba totalmente aterrada. Me había bañado antes de ir a la peluquería, de modo que sólo me tocaba maquillarme y vestirme. Debía encontrarme con las chicas en un hotel que Robert había reservado a las 7.30 y apenas eran las seis y contando con lo rápido qué me maquillo, tendrían tiempo de sobra.
El vestido lo habíamos ido a comprar Gabi, Juli y yo semanas atrás. La novia había elegido el aguamarina para los vestidos de las novias, de modo que Julieta, Verónica (la hermana de Gabi) y yo deberíamos vestir de ese color.
El diseño le era insignificante, sin embargo le importaba en demasía que respetáramos el color. Estuvimos todo ese día tratando de elegir el bendito vestido para mi amiga y para mí, afortunadamente encontré uno que iba de acuerdo con el pedido de mi amiga y se ajustaba a mis gustos. Y sobre el blanco edredón descansaba. Suspiré tomando valor, fui hasta él, le quité la bolsa y lo miré en toda su plenitud.
El escote contaba con plisados y era en V. Debajo del busto, se ceñía una clase de faja de un tono gris perlado que finalizaba con una elegante moña. Luego el vestido caía dándole forma a mis caderas pero con magnífica elegancia. Llegaba hasta el piso y era de seda aguamarina, por supuesto. Los zapatos que llevaría eran negros, taco aguja en punta y estilizaban enormemente mis piernas. (
http://www.hispabodas.com/img/fotos/517-elegante-modelo-para-madrina-en-tono-aguamarina-destaca-.jpg )
Al terminar de vestirme, me vi al espejo y me sorprendí. El vestido me quedaba increíble. Se adaptaba a mi figura de una forma magnífica y disimulaba aquello que no debería estar allí. Me sentía muy a gusto con él.
Quería un maquillaje natural pero que resaltara mis facciones, aunque pensándolo mejor sería conveniente maquillarme allí en el hotel directamente. Así que cogí el porta cosméticos de cuero, y lo guardé junto con las llaves, el celular y la billetera en una exclusiva cartera de la misma tela que el vestido; cogí también un chal para protegerme del frío del mismo tono que la faja del vestido.
Al salir obtuve una mirada sorprendida de John, me detuve algunos minutos hablando con el simpático portero para luego pedirle que me pidiera un taxi. Le indiqué la dirección del hotel al chofer y con extrema lentitud nos dirigimos allí. Al parecer era la hora pico, de modo que había muchísimo tráfico en las calles londinenses.
Llamé a Julieta para avisarle que demoraría más de lo esperado, y mi amiga poco más que suplicando me dijo me apurara, que ya no podía soportar más la ansiedad de Gabi. Por supuesto no hice más que reírme y colgué.
El hotel era majestuoso, arañas de cristal, vestíbulos de mármol, grandes ventanales con unas exquisitas cortinas con bordados de oro. La decoración era magnánima. De echo, allí mismo se festejaría la boda; luego de la iglesia todos vendrían a un salón que aquí había. La pareja tenía reservada la habitación 503, de modo que con extremo cuidado de no caerme me encaminé hacía el ascensor. El cual era tan elegante como el resto del hotel, con espejo de cuerpo entero, paredes de madera clara y pisos de mármol rosado.
Al llegar a la habitación toqué con fuerza, suponiendo que con el lío que allí dentro habría, no me escucharían. Pero Julieta abrió la puerta tras varios segundos, se la veía un poco descolocada y entendí en ese momento que necesitaba seria ayuda para controlar los nervios de Gabi. La saludé con un abrazo y recién entonces me percaté de su vestimenta. Tenía un vestido aguamarina, por supuesto, el cual en el busto tenía un drapeado así también como las pequeñas mangas que traía. Luego de la mitad del busto le nacía un drapeado que iba hasta la cintura; que era ideal para disimularla y luego caía con sencillez. Había optado por dejarse el pelo moreno suelto y le daba un toco muy latino. Estaba preciosa. (
http://img.alibaba.com/photo/251025264/FL2035_bridesmade_dress_fashion_bridesmaid_dress.jpg )
- me imagino la cara de Cam cuando te vea – dije sonriendo mientras dejaba la cartera en una de las butacas que allí había – estas preciosa.
- gracias, pero no creo que sea el único que babee – dijo sonriendo ilusionada por mi encuentro con Jackson. Lo entendí perfectamente, pero en este momento no me sentía capaz de pensar en eso, de modo que salí por la tangente. Típico de mí.
- dónde está la novia? – pregunté curiosa y a la vez asustada por el caso de histeria a la que me enfrentaría. Al parecer Juli, no había podido con ella.
- con el peluquero – dijo extenuada – histeria es poco, está de lo más ansiosa.
- no te preocupes, ya me sabré arreglar con ella – dije sonriendo mientras me dirigía al cuarto donde mi amiga había señalado.
Al abrir la puerta corrediza estaba Gabriela en una bata blanca sentada en una elegante silla, y había un hombre parado jugando con su cabello y un secador. La que parecía su hermana, estaba sentada en otra silla y se la veía abatida. Se notaba claramente que estaba nerviosa porque cada segundo le decía al peluquero que le estaba tirando el cabello. Luego de haber analizado la situación, decidí hablar para que notaran mi presencia - cómo está la novia más hermosa? – pregunté sonriendo, mientras Gabi saltaba de la silla y corría para abrazarme. Pude ver como su hermana gesticulaba la palabra ayuda con demasiado énfasis y al parecer el peluquero estaba de acuerdo con aquello porque movió la cabeza coincidiendo con la hermana de la novia. Luego que nos deshicimos del abrazo, la tomé por los hombros y le dije con la tranquilidad que me caracterizaba – respira hondo. Que el aire entre en tus pulmones suavemente, y salga con simpleza. Que ese aire te llene y te haga sentir más liviana – ella inmediatamente cerró los ojos mientras yo hablaba. Los allí presentes me miraban como si fuese Dios, pero sólo estaba aplicando técnicas de relajación – ahora moverás tus hombros en círculos, sacando toda la tensión que allí radica.Pero al parecer aquello no fue suficiente, porque Gabriela abrió los ojos sacada y dijo gritando – cómo quieres que no esté tensionada? Me voy a casar! Sí, a casar! Y encima con el hombre más sexy del mundo según la revista People. Eso es mucho.
Ya me empezaba a cansar, mi amiga siguió parloteando estupideces hasta que mi límite dijo basta y la cacheteé con fuerza para que reaccionara. Y al parecer funcionó porque muy sumisa volvió a su asiento y dejó hacer su trabajo al peluquero. Verónica, la hermana de Gabi me agradeció y estuvimos charlando un rato, luego se nos unió Juli, pero para ese entonces el peluquero había echo maravillas con Gabriela y ya estaba terminada.
Le había echo un elegante recogido pero respetando el desflecado cerquillo que tanto le gustaba. Se veía madura pero infantil, clásico pero moderno. Perfecto para ella. Justo en ese momento tocaron la puerta, era la madre de la novia, la maquilladora y la modista con el vestido.
Entre todas la ayudamos a poner esa delicia de tela y cuando por fin lo tuvo puesto, cayó en la idea que realmente se casaba, porque murmuró – me caso – con extrema adoración. Su sueño se hacía realidad y fue genial ser partícipe de ello. Todas le sonreímos y le dimos un afectuoso abrazo, pero obviamente no pude detener la lágrima que bajaba por la comisura de mi ojo.
Nunca había visto semejante belleza de vestido, era de alta costura. Era blanco por supuesto como Gabi quería, la parte de arriba era un apretado corsé bordado con piedras que acentuaba la figura de mi amiga. A pesar de ser strapless, tenía unas pequeñas manguitas de tela también bordada. Tenía una cola pronunciada de tull, en donde el final también estaba bordado. Era precioso. (
http://imagenes.solostocks.com/z2_4539663/preciosos-vestidos-de-novia-y-calidad-se-venden-por-unidad.jpg )
Mientras la maquilladora hacía su trabajo con la novia, Julieta y la familia de Gabi charlaban, me decidí a maquillarme. De modo que cogí el estuche de los cosméticos y me dirigí al majestuoso baño. Todo era de mármol y sospechaba que era más grande que mi departamento. Eso fue raro, definitivamente. No quería maquillarme realmente, pero si no lo hacía probablemente Gabriela me pegaría. Así que suspirando cogí las sobras celestes, apliqué una aguamarina en el párpado movible e hice la profundidad del ojo con una sombra más oscura y para acabar coloqué un poco de plateado en el arco superciliar. No era un maquillaje común pero me gustaba. Luego apliqué rimel, un poco de rubor y brillo labial.
Al salir me encontré con la maquilladora que ya se iba y al verme dijo – exótico pero lindo e impecable.
- gracias – agradecí confusa, me había agarrado desprevenida. Al parecer la novia ya estaba lista pero aún era temprano para ir a la iglesia, además Gabriela se quería hacer esperar. Típico de ella. La madre de ella ya había partido a la iglesia para recibir a la gente junto con los padres del novio y el novio mismo. Pero al irse la madre de la novia vino el padre para llevarla al altar.
Y en ese momento de espera deseé poder llegar a estas alturas, poder casarme con la persona que amaba. La cual sabía que estaba en este momento en el altar. Sabía que debía enfrentarlo, domar mi orgullo y pedir perdón por mi acciones. Pero tenía miedo, si las cosas no salían como esperaba? Qué haría? Lloraría por años, muchos años y no estaba segura de poder soportar tal dolor.
Además estaba el tema de que al lado de Jackson estaría Kellan, el Kellan que yo había lastimado, al que había besado y al que consideraba un amigo. Eran tantas cosas que no sabía si podría enfrentarlas a todas. Pero algo me sacó de mis cavilaciones y fue Julieta, avisando que ya era hora de partir a la iglesia. De modo que tomé la cartera, me enfundé en el chal y desfilé hacia la puerta seguida de las damas de honor, el padre y la novia. Afortunadamente todos entramos en el ascensor.
Al salir la novia y el padre se fueron en un remise rentado, mientras las damas de honor nos fuimos en otro aparte.
El trayecto afortunadamente no fue demasiado largo, sin embargo fue suficiente para que mi mente pensara en el próximo movimiento a seguir. Antes de lo que me hubiese gustado, ya estaba frente a la colosal iglesia que Gabriela y Robert habían elegido; y lejos de estar tranquila, temblaba de nervios.

domingo, 14 de marzo de 2010

Capitulo 35


Sí, no tienes que decirme nada. Lo se. Creanme que lo sé. Soy una horrible escritora, algunas me quieren tirar con un ladrillo, otras con un tomate. Están en su derecho de hacerlo, y creanme no les diría nada. Un mes sin subir, eso es mucho. Les cuento que salvé el dichoso examen de matemática (aunque creo que ya les había contado), ya comencé las clases y no estoy muy feliz por eso. Sin embargo desde ahora en más trataré de subir con menos brechas entre capitulos. Además yo mejor que nadie sé que son pocos, por no decir escasos los lectores de la novela. Y también sé que es todo mi culpa. Sí lo se, me he demorado mucho. Nadie mas que yo lo lamenta, pero bueno. No se puede llorar por la leche derramada. Trataré de hacer alguna campañia para juntar nuevas lectoras, no sé la verdad. Me las apañaré. Quiero contarles que, cuando termine esta novela aquí mismo subire otra, en este caso Bella&Edward. Yo supongo que les gustará, pero no podría adelantarme a los echos. Las pocas personas que han leidos capitulos, me dicen que es genial. Veremos...de todos modos falta para eso. Aún hay que terminar Tropezando con el destino... y para serles sinceras queda mucho. Pero aún así ya tengo escrito algunos capitulos. Con respecto a este capitulo, cabe destacar algunas cosas. Los nombres de jugadores que mencioné tanto del Manchester como del Milan, no sé con certeza de que sigan en el club. Solo se que Cristiano Ronaldo ahora esta en el Real Madrid, pero es el equipo que pude conseguir. En fin...probablemente odien como termina el capitulo y lo que pasa entre Kellan y Mery pero prometo que de ahora en más, las cosas marchan lindo. Incluso capaz que en el prox cap se viene la boda de Robert y Gabi. Antes de dejarlos con el capitulo, quiero darle las gracias a Maqii, mi infinita amiga que me hizo el blend magnífico de Jackson, que es el que encabeza este cambio de look. A poco no me que do muy lindo? Esta mal que yo lo diga, pero esta linda la pag ahora jaja Como soy buena, les dejo una foto de Jackson. Sin mas les dejo el cap. Disfruten y gracias por bancar.




Capitulo 35 – Manchester vs. Milán
Extraña, sí así había sido mi semana. Sumamente extraña e inusual. A Kellan se le había dado por recogerme todos los días en la facultad, me llevaba a comer y luego me dejaba en la librería. Extraño. Tan extraño como yo me sentía a gusto con él. Extraño pero en un modo positivo, Kellan me hacía reír como hacía tiempo no lo hacía, además su compañía era agradable.
Sin embargo, mis amigas no pensaban lo mismo. Me habían dado una charla extensa el jueves en el recreo largo, sobre lo retorcida que estaba siendo por salir con el mejor amigo del chico que amaba. Fue duro explicarles que no sentía nada por Kellan, al menos no de ese modo. Tuve que explicarles que era con la única persona que mis problemas se aligeraban, y mis miedos se alivianaban; tardaron pero de ese modo, entendieron. Aún veían mis salidas con Kellan sádicas pero sabían que era por mi bien. Ahora y sinceramente, no estaba tan segura de que fuese simplemente una amistad entre nosotros, sí sabía que debía morirme por pensar esto pero me sentía muy a gusto con él, reconfortada, querida y protegida. Sabía qué en el caso de que sintiese algo, lo guardaría bajo un cofre de doble fondo y lo sellaría con siete llaves. Por el momento, sólo sabía que había una clara atracción entre nosotros pero que moldeada con sabiduría sólo sería eso. Sin embargo, tenía claro que sus intenciones no eran tan buenas como las mías. Me había insinuado en varias oportunidades que era una hermosa mujer, que no debía dejar que el tiempo pasase, mirar alrededor y un sinfín de indirectas que todas terminaban en él. Si no amase tanto como lo hacía a Jackson, probablemente ya habría terminado con Kellan, pero las cosas eran de otro modo. Por el momento, sólo podía apuntar a una amistad con él. Nunca pensé que las cosas se enredarían tanto, todo este asunto comenzaba a irse de las manos y me asustaba no tener el control de ello.
Pensar en Jackson aún dolía, y mucho pero había aprendido a vivir en su ausencia. Todavía por las noches me preguntaba porqué no había tenido un llamado, un mensaje, algún mail o cualquier información que reportara su paradero. Tenía plena conciencia de que me amaba tanto como yo a él, entonces ¿por qué no venía a por mí? ¿qué rayos estaba esperando? Apreté los ojos con fuerza tratando de que esa forma los pensamientos circulasen con mayor eficacia por mi cabeza, pero no se podía. Estaba estancada entre lo que me pasaba, y más aún si él no aparecía. Aunque sabía que debía y tenía que verlo en el casamiento de nuestros amigos, entonces ¿qué haría? ¿Lo vería, lo besaría y le perdonaría todo? Estaba segura que no, al menos merecía una explicación. Necesitaba saber porqué no había confiado en mí. Sabía que darle más vueltas a todo este asunto sólo me haría más daño, pero no lo podía evitar. Nuestro encuentro sería ya en una semana. ¿Cómo reaccionaría al verme? ¿Se alegaría? ¿O por el contrario se sorprendería de mi presencia? Eran incógnitas que sólo se solucionarían en el momento de vernos pero no podía evitar especular al respecto.
Era ya viernes y estaba en mi casa viendo tele. Sabía que en cualquier momento Kellan tocaría timbre, pero sinceramente no me sentía con ánimos de ir a ningún lado y mucho menos de haber pensado tanto en Jackson. Me sentía sola e insegura, necesitaba tener la calidez de sus brazos para volver a sentirme cómoda y reconfortada.
Tal como suponía, varios minutos después el timbre sonó. No necesitaba atender para saber que era Kellan, su forma inusual de tocarlo me lo decía. Apretaba el pequeño timbre tres veces seguidas y luego una, no sabía si era como una especie de clave pero era inconfundible saber que era él.
A decir verdad no me había vestido con gran parafernalia, al fin y al cabo sólo íbamos a ver fútbol. Jeans oscuros, remera blanca, buzo de hilo verde, converse negras, el chaquetón gris junto con un bolso gris. Apenas me había colocado rimel y brillo labial. Mi ánimo no daba para mucho más.
Al bajar, me despedí con un gesto de John, quién amablemente me abrió la puerta y pude salir al invernal aire londinense. Esperaba que Kellan estuviese aguardándome allí, pero me pareció de lo más extraño no encontrarlo, de modo que me encaminé a la camioneta que reconocí como suya. Al instante se me abrió la puerta del copiloto invitándome a pasar, el olor a su varonil colonia me embargó y su voz llegó a mis oídos.
- Lo siento Mey, pero tenía demasiado frío para quedarme allí parado. Espero que no te importe – agregó sonriendo pero al ver mi cara su expresión cambió notoriamente – oye dulce – él solía decirme así de forma cariñosa - ¿qué pasa?
- Nada de qué preocuparte Kell – respondí forzando una sonrisa.
- A mí no me engañas – dijo con superioridad – ¿es él verdad? – a lo que yo simplemente asentí. Habíamos hablando muchas veces de este tema, pero cada vez que me veía mal lo retomábamos. Él siempre aludía nos amábamos, que si bien estaba molesta con él no podía ser tan orgullosa como para negar que lo necesitaba, incluso se había ofrecido a darme su número telefónico en Los Ángeles para que lo llamara; pero terca como yo sola podía ser, me había negado. Eso sólo podía demostrar que a pesar de sus sentimientos hacía mí, sólo quería lo mejor para mi persona. Eso sólo me inundaba más de ternura y de confusiones – Mey ya hemos hablado de esto. Debes decidir qué hacer con tu vida, si decides olvidarlo y seguir para adelante. Si quieres estancarte y vivir recordándolo. O tomar las riendas y hacer la bendita llamada. Elijas lo que elijas, estaré aquí para ti hermosa. Nunca te dejaré sola, eso ya lo sabes. Ánimo, además eres muy bonita para tener esa extraña expresión en tu cara.
- Gracias Kell – agradecí sonriendo, mientras él me abrazaba con fuerza – no sé que harías sin ti.
- Probablemente llorarías por los rincones – bromeó sonriendo, pero me dolía la verdad que contenían sus palabras. Tenía toda la razón, debía tomar las riendas de mi vida y tomar una maldita decisión. Era una mujer madura y sabía que me convenía, sabía tomar mis propias decisiones y no podía estar llorando un hombre toda mi vida.
Recién en el momento que puso el auto en marcha me percaté de su indumentaria, traía un jean oscuro, un buzo blanco de apariencia suave, un abrigo por las rodillas negro y una peculiar bufanda del Manchester. No pude evitar carcajearme, esto era lo que me gustaba de él. Sus extrañas elocuencias.
- ¿Oye de qué te ríes? – preguntó mientras tenía la mirada muy enfocada en la carretera, pero podía ver que me miraba de reojo. Seguía riéndome, de modo que sólo pude señalar su bufanda – ¿Te ríes de esto? Hay que tener un poco de espíritu ¿no crees?
- Definitivamente – concordé mientras limpiaba las silenciosas lágrimas que bajaban de mis mejillas producto de la risa.
- Sabes, es la primera vez que voy a ver un partido de fútbol con una mujer – reflexionó extrañado – es raro.
- Uy gracias – declaré fingiendo ofensa y un puchero.
- Sabes a lo que refiero, además convengamos que yo tampoco soy convencional. En Estados Unidos el fútbol no es el deporte favorito, de modo que también soy raro. Me hubiera encantado nacer aquí, ¿te imaginas? A los ingleses les encanta en fútbol. Sería genial.
- En América Latina también, es el deporte más popular. Los demás están por muy debajo de la media – coincidí con su opinión.
- Si, ya sabes que en USA priman el fútbol americano, o el baseball. A mi gusto son muy aburridos – dijo sonriendo.
El viaje fue de tres horas, mentiría si dijera que me aburrí. Al contrario me reí muchísimo, Kellan era un experto en eso. Además en este tiempo había aprendido ver más allá que sus músculos, sus hermosos ojos y su cautivadora sonrisa. Él era mucho más que eso, una magnífica persona que sólo se preocupaba por los demás. Eternamente dulce y comprensivo, Kellan era un buen amigo.
El cielo se había teñido de rosa a pesar de las voluptuosas nubes, y el sol se ocultaba entre el horizonte. Las estrellas se asomaban pero eran eclipsadas por las nubes, quienes parecían no quererse ir. El clima era frío pero soportable, además dentro del auto se mantenía calentito.
Había caído la noche completamente cuando llegamos al estadio. Me impresionó su magnitud, belleza y modernidad. Era una estructura colosal en medio de un gran estacionamiento. Recordé entonces el glorioso Centenario situado en medio del Parque Batlle, adornado con viejos sauces y pinos. Cómo extrañaba los domingos futboleros con familia y la ida al estadio con amigas.
- Ven vamos – dijo mi amigo mientras me abría la puerta y me tomaba la mano para conducirme dentro.
Si por fuera impresionaba, claramente por dentro era mejor. Las tribunas vestidas de cómodos asientos con respaldos; cosa que en el fútbol uruguayo no existía, los palcos con impecables vidrios polarizados.
Y la cancha, se notaba a leguas que cuidaban el césped como si fuese oro. Muchas canchas en Europa contaban con césped sintético, en este caso era real y eso lo hacía mucho más emocionante. La pelota era menos ligera en canchas de pasto reales, pero se podía ver que con el nivel del pasto adquiriría una velocidad considerable; a eso si se le agregaba que la estaban regando.
Los asientos que Kellan había comprado estaban a una cercanía considerable a la cancha, y sinceramente no quería pensar cuanto le habían costado. El clima del estadio era pacífico, a diferencia de lo que sería un estadio uruguayo, incluso argentino. Las personas hablaban con tranquilidad entre sí, nadie cantaba cánticos alentadores ni había gran cantidad de banderas. Sabía que el fútbol europeo era otra historia, pero no pensaba que tan extremista fuese la situación.
- Impresionada? – preguntó Kell luego de unos minutos, los cuales se dedicó a contemplarme mientras veía con atención las alrededores.
- Muy – dije emocionada, y noté enseguida la emoción que a mi amigo le causaba mi mejoría. Estuvimos platicando varios minutos más, sobretodo del partido. Él aseguraba que ganaba el Manchester, sin embargo yo no estaba tan confiada en eso, el Milán tenía un muy buen equipo. Como hombre competitivo que es quiso apostar, acepté sólo para sonreír cuando lo derrotara. El que perdiera la apuesta pagaría la cena. Mi amigo confiaba ciegamente en Cristiano Ronaldo para concretar y en Rooney para dar el pase final. Sin emabrgo yo no perdía mi fe en Ronaldinho y Beckham.
Los equipos salieron en perfecta coordinación, la pelota en el medio, el pitazo y el partido comenzó. El primer tiempo pasó sin nada demasiado interesante, un desborde de Carric que terminó con un cabezazo de Cristiano, pero que afortunadamente Abbiati logró atajar. Luego una jugada de pelota quieta, producto de una falta de Vidic, Beackham la llevó a cabo pero se desvió por unos metros.
La competencia ya no estaba sólo en la cancha sino también entre Kell y yo, cuando el Manchester se acercaba al arco contrario, él sonreía y viceversa. La situación era muy infantil pero no por eso menos divertida. En el entre tiempo fuimos a buscar cerveza por insistencia de Kell, personalmente la encontraba muy amarga pero a él parecía gustarle mucho pero tuve que detener un segundo vaso porque debía conducir. Él estuvo de acuerdo y sonrió en respuesta, para ese entonces los equipos volvieron a la cancha y ambos nos sentamos. Para el segundo tiempo Ferguson hizo algunos cambios en el equipo, pero mantuvo la táctica, 4-4-1-1. En lo personal no me gustaba mucho, pero... todo iba bien hasta que en el minuto treinta una pelota robada por Anderson, quien logró eludir a un pard e hombres, cayó en los pies de Cristiano Ronaldo, quién con una excelente elegancia la clavó en un ángulo. El estadio rompió el silencio y todos festejaban. Incluso yo saltaba, había sido un gol espectacular, los jugadores se abrazaban con los suplentes y Ronaldo agitaba la camiseta con fervor.
Obviamente Kellan me gritó el gol en la cara, pero no me inquietó le tenía fe al Milán. Además no me iba a generar grandes cambios pagar una cena. Para gran asombro de todos en el minuto treinta y cinco con segundos, Ferdinand pisó con intención el tobillo de Pato, de modo que el árbitro español dio penal para el Milán. Mi sonrisa de satisfacción era grande, sabía que si esa pelota caía en los pies de Beckham era un gol asegurado. Tan errada no estaba, porque cuando el juez pitó David con esa elegancia y sutileza que lo caracteriza la arrimó a uno de los palos y gol. Me tomé el atrevimiento de festejarle el gol en la cara de Kellan, quien traía una mirada pesada. Le sacaba la lengua constantemente por subestimarme. Y para que negarlo, mi ego estaba por las nubes. Desde entonces todo se convirtió en una locura, el estadio explotaba como si fuese un clásico argentino, y todo porque al Manchester un empate no le servía, para pasar a la próxima rueda debía ganar sí o sí. Los jugadores corrían la pelota desesperados, el Milán se refugió atrás y comenzó a jugar de contra, de ese modo el Manchester dejaba grandes huecos en defensa. No tardaron mucho en perder la pelota en el área contrarea, de modo que con Beckham al mando de todo, corrió la mayor parte de la cancha, le dio un pase a Ronaldinho pero éste no tenía ángulo para pegarle, de modo que se la pasó a su amigo Ambrosini, pero éste tenía demasiados defensas arriba, cuestión que se la entregó nuevamente y con esa habilidad y velocidad característica de los brasileños, eludió a los zagueros, incluso al arquero y arrimó la pelota más allá de la línea blanca. Comencé a saltar como condenada, hasta me puse a bailar como festejo. Pero al ver la cara de Kellan me detuve, sus ojos tenían un brillo capaz de eclipsar el Sol, era brillo de ¿amor? Eso me desconcertó de tal forma que quedé estática en el lugar.

Cuando los festejos del gol terminaron, quedaban dos minutos y los descuentos. El Manchester buscaba desesperadamente el empate que lo llevara a los penales, pero el Milán pudo refugiarse atrás y de contra le hizo otro gol por intermedio de Pato.Al final el partido termino uno a tres, y yo me llevaba un cena de arriba.
Cuando nos subimos al auto todo era silencio, a pesar de la euforia que se vivía afuera. No podía sacarme la mirada de Kellan de la cabeza, ¿de verdad el me amaba? Todo era confuso, sin embargo no quería que él se diese cuenta que me percaté de aquello, de modo que comencé a fastidiarlo.
- Me gané una cena, me gané una cena – canturreé mientras me movía en el asiento. Él no contestaba – herí tu ego, herí tu ego – bailaba y le ponía caras – uhh te derrotó una mujer, te derrotó una mujer.
- Oye no es gracioso – dijo enojado, pero en el fondo sabía que sólo bromeaba, de modo que sonreí y seguía molestándolo.
Era cerca de la una de la mañana cuando entramos nuevamente a Londres, pero como esta ciudad nunca dormía, la mayoría de los restaurantes estaban abiertos. Kellan me condujo a uno, qué afortunadamente no era muy lujoso, era casual y eso me gustaba, además intuía que él lo sabía. La cena pasó demasiado divertida, no pude evitar escupir lo que tomaba en varias oportunidades. Las ocurrencias que tenía eran descabelladas, y en el fondo me alegraba haber salido, así de ese modo me despejaba y me alejaba de esas locas ideas que tenía. Todo el mundo en el restaurante tenía la atención en nosotros, al parecer llamábamos demasiado la atención aunque sospecho que era más por Kell que por mí, pero en fin.
Cuando aparcó la camioneta en mi casa, eran cerca de las tres de la madrugada, me pareció sensato invitarlo un café de modo que subimos juntos. Y al igual que la primera vez que estuve con Jackson en este ascensor, su cercanía me ponía nerviosa. Al entrar a mi casa, Kellan miraba emocionado para todos lados, al parecer sorprendido por la decoración, o eso supuse, de la casa.
- Tienes una casa muy acorde con tu personalidad – dijo sonriendo ampliamente.
- No sos el primero que lo dice – dije sonriendo quedamente, y él entendió perfectamente a quién me refería.
Fui hasta la cocina a preparar el café mientras él observaba atento mis movimientos desde la barra. Al acabar y sin una palabras de su parte, ambos nos dirigimos hacia el sofá. Sabía que algo pasaba, él estaba muy silencioso y viniendo de su parte era extraño. Y eso no hacía más que inquietarme.
- Me querés decir que demonios te pasa? – pregunté ya harta de su silencio, me ponía nerviosa.
- Sé que te diste cuenta – dijo con la cabeza gacha, y entendí perfectamente a qué se refería, de modo que yo también bajé la cabeza avergonzada – lo siento Mey, ya no lo puedo ocultar. Me gustas, y sé que soy el peor amigo que se pueda tener pero no lo puedo evitar. Me gustas como hace tiempo no lo hace nadie, y sé que merezco lo peor pero ya es tarde – entonces levantó la cabeza e hizo algo que nunca me hubiese esperado. Me besó, y contrario a lo que pensé fue muy dulce. Su boca hizo presión sobre la mía, pero solo deleitándose con el sabor de mis labios, sin presionarme a nada más. Sabía que esto estaba condenadamente mal, pero decidí abandonarlo todo y seguí el ritmo de sus labios por instinto. El sabor que tenía era muy particular, dulce pero a la vez amargo producto de la cerveza. Ambos comenzamos a entreabrir los labios, dejando paso a nuestros cálidos alientos y poco a pocos fuimos introduciendo la lengua en la cavidad ajena. El beso fue subiendo de tono, pero nunca dejó de ser dulce y tierno, me tocaba con delicadeza como si fuese a romperme pero con suficiente fuerza como para no dejarme ir. Pero como humanos que éramos, debimos separarnos. Nuestras respiraciones estaban agitadas y nuestros labios rojos producto de la fricción. Pero cuando terminamos de separarnos, el arrepentimiento llegó a mí como un mal virus informático.
- Esto está mal – dije de inmediato, y pude notar con gran dolor la angustia que eso provocó en Kellan.
- Lo sé, yo no debí – balbuceaba inconscientemente.
- Es culpa de ambos – dije cerrando los ojos con cansancio, pero no quería que se fuera sin decirle algo, de modo que lo tomé de la cara y dije – escucha, no quiero que te vayas arrepintiéndote de esto. Yo no lo hago...del todo – concluí – no podemos negar que algo pasa aquí – y nos señalé a ambos – hay atracción, es innegable. Sin embargo sabes que mi corazón le pertenece a Jackson.
- Entiendo – dijo con tristeza – ojalá te hubieses chocado conmigo primero – dijo con pena. Tomó su abrigó y con un simple – adiós Mey –se fue, dejándome con el entendimiento que no debía dejar escapar a Jackson. Y me acosté llena de incertidumbres, pero con la certeza de que hablaría con él en el casamiento.